miércoles, 18 de noviembre de 2009

PRÓXIMO A PUBLICARSE

"Ser Absoluto Espíritu y Comunidad" de Héctor Raurich

DEDICATORIA

Quienes fuimos protagonistas de estas inolvidables conversaciones con Héctor Raurich, dedicamos estas páginas, en su nombre y en su memoria a todos aquellos que lo conocieron y que aunque no coincidieran con sus ideas, se identificaban con él en el sagrado amor por la verdad.
Cuando lo conocí a Héctor Raurich, aquella tarde de verano de 1946, tenía yo la vaga idea de que escribir para publicar entrañaba la sagrada responsabilidad de tener algo nuevo para comunicar a los otros y que la tarea de escribir con esa exigencia residía más bien al final del camino de la vida que en sus caóticos aunque fervorosos inicios.
Tenía yo entonces diez y ocho años. Una amistad de veinte años con Héctor Raurich me reafirmó, con el ejemplo constante de su propia vida, que escribir es una función secundaria frente a la tarea infinita del conocer, de un conocer que no consiste en la acumulación de datos memorizables en el archivo polvoriento de la conciencia erudita, sino de un conocer verdadero, un aprehender que trasciende al sujeto cognoscente y que posee una potencia transformadora del ser mismo que conoce. Allí reside el secreto de la humildad que envolvía su figura en una penumbra de luz cálida y tenue, bajo cuyos matices se atemperaba la fuerza de una inteligencia viva y profunda. Pero Raurich jamás sacó provecho de sus innegables talentos intelectuales para obtener los efímeros placeres de la fama mundana, que bien habría podido lograr si hubiera descendido a luchar con las prominentes mediocridades de su tiempo. No lo hizo porque sabía y sentía hondamente que la vida no debía ser malgastada en esa lucha estéril, que la vida consistía en algo mas alto: en crearse a si mismo conociendo, y que poner amor en la tarea del saber era el único camino posible para sobrevivir en la gloria verdadera: la de agregar algo nuevo a la razón infinita, que en nuestro tiempo había ya trasmitido su mensaje a través de Goethe, Shakespeare, Hegel y Marx.
Humildad y amor frente a aquellos que habían dicho las palabras nuevas para los tiempos nuevos. Humildad y amor sostenidos y engrandecidos por toda una vida dedicada a conocerlos y explicarlos, me traen el recuerdo y la presencia de su ser que vive en mi ser. El suave y viril apretón de manos de nuestros innumerables encuentros, su entrega confiada y generosa ante la menor dificultad personal que le planteáramos y el calor de su bondad siempre en vigilia, inclinada sobre nuestros espíritus recién abiertos al mundo y sus misterios.
Siempre dando, sin recibir ni esperar recompensa, su vida toda fue una conmovedora, serena y conciente entrega a una pasión devorante y creadora: la de llegar, transformando la integridad de su ser, a la altura a que la razón eterna, que también es amor, había alcanzado en nuestra época.

Saúl Chernicoff