lunes, 29 de octubre de 2007

Sobre la Democracia, el Multiculturalismo y el Relativismo Moral

Segunda Carta a mis estimados contertulios:

Me permito escribirles porque creo que hay un error conceptual en vuestra definición de la Democracia.

Definir la Democracia

Efectivamente la Democracia es el gobierno de la mayoría, pero debe necesariamente agregarse, respetando indefectiblemente los derechos de la minoría.

Si no existe y rige el derecho de la minoría, la democracia desaparece, es un "fantasma amortajado que camina hacia su propio funeral".

Si no existiera el derecho sagrado de la minoría, caeríamos fatalmente en el lodazal de las formas dictatoriales e inexorablemente en la inmoralidad del totalitarismo.
Reflexionemos sobre el triunfo electoral del Partido Nacionalsocialista en Alemania, los nazis, jamás iban a respetar a las minorías, como lo expresó por escrito Adolfo Hitler, muchos años antes de asumir el poder en su libro Mein Kampf. ( Mi Lucha )
Tampoco se respetaron los derechos de la minoría en las maniatadas "elecciones" que periódicamente se efectuaban en la URSS, y actualmente sucede lo mismo en la Cuba castrista o en Irán gobernado despóticamente por Ahmadineyad.

Durante años hemos permitido, hasta aceptado en sordina, que los demagogos, o los dictadores y sus cortesanos nos secuestraran palabras que tenían un valor moral y político, como por ejemplo Democracia y República. También la palabra Socialismo.

¿Recuerdan que significaba URSS? En castellano decíamos: Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas. Este nombre pretencioso, era una falsía típica de los comunistas y sus camaradas de ruta que involucraba cuatro mentiras:

Primera mentira. Ese país nunca fue Unión, sino un conglomerado obligado por la cotidiana amenaza del terror de la GPU, que sin duda unía por el terror y subsumía en la esclavitud a toda la población de la geografía rusa.
Segunda mentira. Jamás fue una República. El desprecio por las formas republicanas, la libre y autónoma división de poderes fue despreciada por la ideología stalinista.
Tercera mentira. Jamás fue socialista, sino que fue una expresa manifestación estratégica del absolutismo de ese Estado en la economía, en la cultura, en la educación y en la sociedad toda, que subordinaba a las personas y a los estamentos sociales al designio de la burocracia de turno del Partido Comunista.
En la época que le cambiaron el nombre a la antigua Rusia imperial de los zares, era simpática la palabra “socialismo” y la utilizaron como estrategia para sus fines de dominio.
Cuarta mentira. Jamás fue un país de soviets es decir de corporaciones o de instituciones.
No había más corporaciones que las creadas desde la cúspide del secretariado del Partido Comunista. No podían existir corporaciones libres y autónomas porque tanto las sindicales, las mutuales, las cooperativas, las diversas iglesias, las profesionales, u otras formas civiles o militares, eran obligadas dependencias de la dictadura. Todas subordinadas y sometidas en su estructura y organización social a la burocracia comunista del Estado y sojuzgadas despóticamente por la dirección del Partido Comunista. Desde el inicio la dictadura fue crecientemente autoritaria, y se convirtió en poco tiempo en totalitaria. Kapuschinsky, un talentoso y valiente periodista polaco fallecido hace un par de años, calculaba que más de 45 millones de personas murieron por oponerse al régimen soviético. De ellos 5 millones fallecieron de hambre en Ucrania, durante la colectivización forzosa de la agricultura. El resto murieron en trabajos forzados en Siberia o en la región del Círculo Polar Ártico, en las profundidades de las minas de los Urales, y no se sabe cuantos en los campos de concentración

Los fascistas, los nazis y los stalinistas, y sus admiradores, tergiversaron completamente el concepto de Democracia.
Ha sido tal su capacidad y fuerza de seducción entre las masas que muchos repiten ese sofisma, sin reflexionar que fue y sigue siendo su ideología la que los impulsa a sostener falsamente que la Democracia es solo el triunfo de la mayoría.
Están equivocados.
Omiten lo esencial de la Democracia, que es la defensa del derecho de las minorías.
Ese derecho es la columna fundamental en una sociedad que se dice democrática y respeta los derechos del individuo, de la persona y del ciudadano.

El derecho de la minoría es la legítima facultad de la persona, es esa irrenunciable prerrogativa consustancial con el sentido de la vida, es decir con el significado de la sobrevivencia de la vida misma. Por tal motivo es importante la Democracia, aún con todos sus errores y debilidades, porque esos errores y flaquezas, tantas veces terribles, mientras sucedan en la democracia pueden ser perfectibles, y existe la posibilidad de que puedan llegar a enmendarse. No existe democracia si no hay libertad de crítica, de prensa y libertad de opinión, y el conjunto de las libertades individuales que todos conocemos.

Nuestra Constitución del 53, preservó esas libertades dictadas por genio de J.B Alberdi, los artículos en sus bases tuvieron tanta fuerza y tanto poder que no hubo gobierno populista o dictatorial en la Argentina que se atreviera a eliminarlos. Se le agregaron años mas tarde, otros derechos, pero nadie se atrevió a voltearlos.

Otra condición de la democracia es la necesidad de la alternancia, pero no puede haber alternancia sin derecho de las minorías.
El día que perdamos el derecho de opinar, de publicar y difundir ideas diferentes u opositoras, ese día perderemos irremediablemente la Democracia.


Sobre el multiculturalismo

Con el argumento real de que otros pueden opinar diferente, nosotros los demócratas de cualquier tendencia o partido, al mismo tiempo que aceptamos la libertad de disentir, no podemos dejar de oponernos frontalmente a las nuevas o viejas concepciones del fanatismo, del fundamentalismo, del racismo y la xenofobia, del irracionalismo y del terrorismo, es decir a cualquier sistema político, o configuración religiosa que implique admitir que se limite o se elimine la libertad y la vida del otro.

Cuando el fanatismo conlleva la eliminación del oponente, cuando el fundamentalismo anida en su seno el desprecio total por la opinión, o por la persona y la salud y la vida del otro, cuando se considera un sacrilegio la discrepancia, la divergencia, la oposición, la controversia, el debate, o el disentimiento, se comete un crimen de lesa humanidad.
Si por afán de tolerancia, o por debilidad y frivolidad admitimos un equívoco y un laxo sentido de la libertad, y votamos por ese "multiculturalismo", podemos caer en el precipicio de la profanación y la violación del sentido de la humanidad misma en su conjunto.


Amigos, si aceptamos esa ideología a mí me encontrarán siempre en la vereda de enfrente. Me opongo a cualquier tipo de ley, norma o "fatwa" de exclusión humana. Me opongo con todas mis fuerzas a cualquier ultraje a cualquier persona, porque esa acción, bajo la forma de una supuesta libertad, es ni más ni menos que una ofensa a la misma libertad

El sentir, o el creer que es conveniente y aún justo herir, cautivar o eliminar una persona que no opine en política como uno, o el sostener una concepción religiosa cuya naturaleza implique el sojuzgamiento y hasta la muerte del creyente diverso, o del agnóstico o del ateo, implica una injuria, pues se está cometiendo un atentado contra el otro, que es al igual que uno, es parte de la humanidad, es decir, es parte de la totalidad de la conciencia y del espíritu colectivo.

Ningún ser humano - aún en situación de mayoría - puede aceptar que se desprecie, se degrade, o se omita simplemente el derecho a decir o a creer del discrepante o del diferente.
La diversidad en las creencias religiosas y cívicas, que es un triunfo de la modernidad, debería estar basada en el respeto sagrado por la libertad de creencia y la libertad de opinión.
En cambio el multiculturalismo entendido como la tolerancia para creer en cualquier novedad o en tradiciones ancestrales lleva consigo también el de aceptar la prisión, la muerte, la eliminación del otro o de sí mismo como ocurre con la autoinmolación de los fanáticos musulmanes, el canibalismo ritual, el crimen o la ablación litúrgica sobre supuestos morales, o la obligación de aquellas tristes esposas que se tiraban en la pira del marido fallecido en la India, o el asesinato de las hijas mujeres en la China, o la venta de niños en África, y otros diversos perfiles de esclavitud contemporánea. Es necesario también rechazar esos reclamos y formas indigenistas que so pretexto de defender a los antiguos nativos, muchos de ellos, hoy desvalidos se han trasmutado en típicos racismos. Como el que Evo Morales, reclama para los nativos. El nativo y el salvaje no son buenos ni malos por naturaleza, son seres humanos con derechos y obligaciones tanto como el ser individual que llamamos civilizado.

El multiculturalismo, que es también un relativismo moral, es en si mismo una forma de expresión contraria a la vida.

La posibilidad ominosa, siniestra, de proclamar que se niega una vida,-la del otro o la propia-, cualquiera que sea su creencia o su modo de ver, es el motivo por el que me opongo al multiculturalismo.


Sobre el Relativismo Moral

Por igual causa me opongo al relativismo moral, concepto muy al uso, que implica aceptar toda conducta, incluyendo aquella que duda o niega, la posibilidad de expresar el pensar, es decir que llega a objetar o limitar y aún a negar la única manera luminosa y libre que revela el ser humano.

Para la historia de la humanidad, o lo que es lo mismo, para la misma historia tantas veces esforzada y trágica de la vida del hombre sobre el planeta, poder llegar a la idea y luego practicar la Democracia significó un triunfo de la razón, el respeto de los semejantes y fundamentalmente el de sí mismo, que también es un semejante.

Las formulaciones racionales que aquí me atrevo a expresarles, no pueden aceptar un multiculturalismo y un relativismo moral que encierra, so pretexto de aceptar todo-es decir una supuesta libertad para todo - ,pues entonces ignora una trampa fatal, que lleva irremediablemente a la desolada conclusión de poder impugnarse como persona, como ser, lo que es un absurdo.

El camino que comenzó aquel hombre primitivo sobre la tierra hasta nuestro extraordinario, y simultáneamente terrible tiempo, es la historia de la lucha por la libertad. Esa libertad es un valor y una verdad absoluta y por tal razón no puede negarse a sí misma.

Cordialmente,
Isay

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Isay Klasse
Presidente
IECIL,
Instituto para el Estudio de la Comunicación, la Información y el Libro.